Petróleo en Argentina

El mito del petróleo


"... cual Comodoro, buscando agua encontró petróleo, pero se murió de sed...", cantaba Facundo Cabral a principios de los '70, haciéndose eco de la historia oficial de la ciudad "Capital Nacional del Petróleo". Pero, revisionismo histórico mediante, parece ser que aquel 13 de diciembre de 1907 no era solamente agua lo que se anhelaba, sino que realmente se estaba explorando la cuenca del golfo San Jorge en búsqueda de hidrocarburos.

Cuenta la historia...

Comodoro Rivadavia nació oficialmente como ciudad en 1901, por medio de un decreto del Poder Ejecutivo Nacional. Está ubicado a unos 160 kilómetros del espejo de agua dulce más cercano: el lago Muster, en cuyas orillas se emplazaba la colonia agrícola "Ideal" -la actual localidad de Sarmiento-. Los manantiales naturales abastecían a Comodoro, pero eran insuficientes para calmar la sed de la población.

Comodoro a principios del siglo XX. Según el revisionismo histórico, el descubrimiento de petróleo no habría sido tan casual como siempre se creyó.

Por ello, en 1903 la Dirección de Minas, Geología e Hidrología de la Nación mandó a Comodoro una máquina perforadora que, tras alcanzar estérilmente los 172 mts. de profundidad, se dio por vencida. En 1906 desembarcó en la ciudad una nueva máquina para hallar agua, un equipo Fauck traído de Alemania por iniciativa de Julio Krause, jefe de la Dirección de Minas de la Nación. Se ubicó la perforadora a unos tres kilómetros al norte del cerro Chenque, como indicaron los estudios de suelo realizados previamente. En marzo de 1907 comenzó a perforar.

Entre los trabajadores estaban José Fuchs (Fucks, en realidad) y Humberto Beghín, ambos técnicos venidos de Alemania. Pasaron varios meses de infructuosos intentos. Se llegó a los 500 metros bajo tierra, pero el agua no brotaba. Krause dio orden de pasar el límite de la máquina. El 12 de diciembre de 1907 comenzó a salir un líquido aceitoso, burbujeante, con olor a kerosene. El 13, cuando se alcanzaron los 540 metros de profundidad, se confirmó la existencia de combustibles. Había nacido la Capital Nacional del Petróleo.

Una visión diferente

La memoria popular, retroalimentada por los medios de comunicación, mantuvo en vivo esta visión sobre el descubrimiento fortuito del petróleo. Pero desde el punto de vista científico este relato no es aceptado.

Desde 1904 el gobierno realizaba relevamiento geológicos y mineralógicos en distintas regiones del país y, como explica la historiadora patagónica Graciela Ciselli en su investigación "Los italianos al sureste del Chubut", ya desde fines del siglo XIX se exploraron distintas regiones del país en busca de minerales, para lo que se adquirieron en el extranjero máquinas perforadoras y aparatos de sondaje destinados a tal fin.

El Ing. en Minas Enrique Hermitte, quien fuera encargado de la Dirección de Minas, Geología e Hidrología en 1904 comentó, años después, que "el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia es una consecuencia, si no directa, por lo menos mediata del superior decreto de octubre de 1904 disponiendo la confección del Mapa Geológico y económico de la República y de la manera cómo se encaró su resolución".

Por su parte las historiadoras neuquinas Orietta Favaro y Marta Morinelli en su libro Petróleo, estado y nación, hablan del "mito fundante de la explotación petrolera argentina", el del descubrimiento casual en Comodoro Rivadavia. Con sus trabajos, las investigadoras demostraron que el hallazgo fue deliberado y con objetivos precisos, lo que no excluye que al mismo tiempo se buscara agua.

Asimismo, citan a Hermitte, cuando manifiesta que se han confundido los hechos referidos al descubrimiento del petróleo, atribuyendo su hallazgo a una casualidad, "cuando en realidad ha sido tan solo una buena suerte para aquellos que implantaron el estudio del subsuelo profundamente convencidos de que algún día debe contribuir al desarrollo económico del país en proporciones comparables a la agricultura y a la ganadería...".

Desde las últimas décadas del siglo XIX se conocía la existencia de combustibles en el suelo patagónico. En 1890 y 1895 el perito Moreno estuvo a 15 kilómetros al sur de Comodoro Rivadavia, en la actual villa Rada Tilly, y dejó sentado que aquella zona tendría gran impulso por sus puertos o por la explotación de kerosene.

Por otra parte, el escritor comodorense Asencio Abeijón hizo referencias en sus crónicas a que los indígenas prendían fácilmente sus fogatas ayudándose con brea.

Lo cierto es que en el marco de una política de exploración mineralógica del subsuelo nacional, se trasladaron a Comodoro equipos de perforación alemanes, se contrataron técnicos en perforación alemanes -Fucks, Beghín- y que una vez llegado al límite de profundidad de la maquinaria (500 metros), Beghín recibió un telegrama ordenándole que "... en campamento llegar a quinientos metros que es el poder de la máquina, refuerze el asunto y trabaje con precaución para evitar accidentes...". Los investigadores sospechan que son demasiadas molestias para andar buscando solamente agua.

Desde fines del siglo XIX se exploraron distintas regiones del país en busca de minerales.

Es así que una vez atados los cabos sueltos de la historia petrolífera argentina, los historiadores infieren que la consigna de los trabajos en 1907 era "Buscar agua y encontrar petróleo", lo que da por tierra con la imagen del descubrimiento accidental de hidrocarburos en Comodoro Rivadavia.



La tierra del fuego, el gas y el petróleo

Extracción y procesamiento del gas fueguino

En el año 2000, en el norte de la Tierra del Fuego, el Consorcio Cuenca Marina Austral I (integrado por las firmas Total Austral, Wintershall y Pan American Energy) inauguró oficialmente una planta de extracción de gas licuado de petróleo (LPG) en la zona de Cañadón Alfa, planta que, además, procesa el gas natural residual poniéndolo en condiciones de ser transportado hacia el norte a través del gasoducto Gral. San Martín. El LPG se deriva a tierra chilena por un poliducto que, a propósito, construyó la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP, de Chile), para su fraccionamiento y posterior traslado por mar a los centros de consumo. En una visita exclusiva, este cronista pudo recorrer las instalaciones de Cañadón Alfa con Sergio Mejica, uno de los ingenieros responsables de la planta.

Alejadas de los caminos usuales y erguidas en medio de la estepa, las plantas de procesamiento de gas y petróleo del norte de la isla de Tierra del Fuego representan todo un misterio para el poblador fueguino común.

Vagas nociones sobre los yacimientos existentes y apenas una idea de la tarea que se realiza a partir de tal recurso, y algún contacto -por lo general, indirecto- con los pocos hombres que allí trabajan, es la máxima relación que se ha establecido entre el ciudadano promedio de la isla y esta industria, pese a que es una de las más importantes de la región, tanto por el dinero que deja en concepto de regalías como por su potencialidad en el corto, mediano y largo plazo.

En ocasión de inaugurar una planta de extracción de gas licuado de petróleo en el extremo norte fueguino, junto con la conexión a un poliducto chileno, este cronista fue invitado por el Consorcio Cuenca Marina Austral I a recorrer las nuevas instalaciones de Cañadón Alfa, cuya construcción alcanzó casi los 70 millones de dólares de inversión.

Ayer era un campo petrolero, hoy una moderna planta de LPG

El establecimiento de Cañadón Alfa data de principios de los años `70. Entonces era un campo petrolero; luego se encontró gas y casi desde la época del hallazgo se ha dedicado en exclusiva a esa producción, aunque en una escala muy inferior a la actual.

Desde 1990, en que la firma Total Austral se hizo cargo de la operación de la planta, los volúmenes producidos han crecido a un ritmo regular pero constante -al punto de haberse octuplicado- y también se logró construir valiosas actualizaciones en materia tecnológica. De hecho, hoy se levanta allí una nueva planta de extracción de gas licuado de petróleo (LPG, por sus iniciales en inglés), basada en el sistema de separación de líquidos por proceso térmico de turboexpansión, que comenzó a trabajar en marzo de este año pero se inauguró oficialmente a principios del mes pasado.

Hasta 1999, en Cañadón Alfa únicamente era posible procesar el gas natural para ponerlo en condiciones de transporte e inyectarlo en el gasoducto nacional Gral. San Martín, uno de los principales canales que lleva la energía de origen fueguino hacia el norte. Hoy, además, se exporta gas licuado a Chile.


Rumbo a los grandes centros de consumo

Los ocho millones de metros cúbicos de gas natural por día que actualmente se procesan en esta planta equivalen al 6 por ciento de la producción de todo el país, por lo que en Cañadón Alfa se trata en lo posible de no detener nunca el proceso, para que sea continuo y para que el nivel de este suministro vital no baje. Al no ser un porcentaje despreciable, todo cambio se deja sentir.

En ese sentido, la Argentina es un país cuyo funcionamiento, tanto sea en las grandes industrias como en los hogares, depende en buena medida del uso del gas natural, y eso es factible gracias a la enorme red de interconexión (con gasoductos), que es una de las más extensas del mundo.

Hasta el año pasado, el procesamiento del gas natural en Cañadón Alfa sólo implicaba retirar los líquidos, el agua y el polvo, así como todos los elementos condensables, acondicionándolo de tal manera que no generase dificultades en su transporte.

Desde este año, en cambio, gracias a un convenio firmado con la ENAP (Empresa Nacional del Petróleo, de Chile), el Consorcio Cuenca Marina Austral I decidió encarar el desarrollo de la nueva planta, construida según la última tecnología aplicada a la extracción del LPG.El llamado "gas licuado de petróleo" es en realidad una mezcla compuesta básicamente por propano y butano, ambos gases fácilmente condensables, mucho más maleables que el gas natural y, gracias a esa característica, capaces de ser almacenados y distribuidos en contenedores especialmente adaptados para tal uso, desde pequeñas garrafas hasta grandes buques.

Por otro lado, la extracción de LPG aumenta considerablemente el valor agregado de la producción gasífera, si se cuenta -como en este caso- con mercados para abastecer. En Chile y Brasil, por ejemplo, que es a donde va dirigida la producción de Cañadón Alfa, mayoritariamente (y a diferencia de la Argentina) se utiliza el gas licuado: llega fraccionado a bordo de barcos y, tras gasificarse nuevamente, se lo mete en las redes locales que van a alimentar a los grandes centros de consumo.

Otra posibilidad, que es la que se practica en Punta Arenas con el LPG proveniente de Cañadón Alfa, consiste en separar el propano del butano, conservando el primero para consumo interno chileno y reenvasando el butano para su venta a Brasil, donde se lo prefiere por razones de rendimiento en relación con la temperatura más cálida.

La disponibilidad del LPG es, como puede verse, muy diferente de la del gas natural, cuyo único destino posible, luego de transitar el caño del gasoducto, es aflorar y quemarse en una hornalla. El gas licuado, en cambio, es una "moneda corriente" que, desde dentro de una garrafa o en las entrañas de un buque, puede esperar llegar a mejor destino, donde pueda venderse a un precio superior.


Producción diaria por pedido

En la ciudad de Buenos Aires se consume en forma directa aproximadamente la misma cantidad de gas natural que produce la planta de Cañadón Alfa en la actualidad, es decir, ocho millones de metros cúbicos.

En 1990, ese establecimiento generaba apenas dos millones al día y, a lo largo de la década pasada, alcanzó la cifra de hoy, ocho veces millonaria. Sin embargo, existe la posibilidad de generar mucho más, ya que las muy importantes reservas gasíferas que hay en la Tierra del Fuego permiten establecer compromisos de abastecimiento por lo menos a veinte años, con una producción muy superior.

En Cañadón Alfa se regula el flujo mediante la apertura y cierre de pozos, una mecánica que se define de acuerdo con el pedido diario efectuado por las empresas distribuidoras del gas.

Por ahora, además de la capacidad del gasoducto, es esa demanda por consumo previsto lo que condiciona su producción, y de ningún modo las reservas existentes. Muy por el contrario, actualmente sería posible extraer hasta 15 millones de metros cúbicos por día, de los 70 pozos productivos de que dispone el Consorcio. Sin embargo, hoy basta y sobra trabajar con la mitad de esos pozos para abastecer la demanda, pese a que la planta está preparada para procesar 16 millones m3... siempre y cuando en los yacimientos exista la presión suficiente.


¡Más presión!

En ese sentido, la próxima mejora en la planta será la implementación de mayor capacidad de compresión, que permita llegar a un pico de invierno de 12 millones de metros cúbicos (entonces sí, equivalente al 10% de la producción total a nivel nacional).

El gas está saliendo de esos pozos a una presión media -típica en yacimientos bastante explotados- de entre 35 y 40 atmósferas; sin embargo, para ingresarlo al gasoducto San Martín se requiere que esté a 70 atmósferas, por lo que la planta no sólo debe acondicionarlo sino incrementarle la presión o, lo que es lo mismo, comprimirlo.

Para este invierno, en Cañadón Alfa esperan tener listo un nuevo turbocompresor que eleve la capacidad de compresión de la planta, desde los nueve millones a doce o trece, acercando considerablemente ese potencial a su actual capacidad de procesamiento que es, como ya se dijo, de 16 MMm3